sábado, 2 de marzo de 2013

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Tengo que encontrar la manera de convertir en alas éstas ruedas, tengo que dejar de regalarle al hastío mis días.
Algunas veces me aferro a aquellos días en los que subía a las azoteas de los edificios, sólo para sentarme al borde, no suelto esos días en los que me colgaba por alguna ventana, esos días en los que me acostaba a la mitad de una calle empedrada, quiero retener esos días en los que bailaba o aquellos en los que gritaba por los pasillos de la universidad justo antes de los finales.
Y es que sentarme al borde de los edificios, no era algo suicida, era tan sólo para ver más cerca el cielo, colgarme por las ventanas, no era por estar loca, era simplemente para ver el mundo al revés; acostarme en las calles, era para fundirme con la tierra, bailar era ser libre; gritar no era por llamar la atención, sino que era para despertar, despertarme y sentirme viva.

Y sí, la gente me llamaba loca, me creían extraña, pero no era otra cosa que estar viva, que viajar por la vida con todos mis sentidos alerta, no había día en que no me sorprendiera por algo, no había noche en que no buscara la luna. Todo era sentir, sentir y vivir, vivir y sonreír. Sonreír y después llorar, llorar y después volver a amar.

Arriesgarse, caer, lanzarse a abismos desconocidos.
Todo significaba correr riesgos, cometer errores, hacer tonterías, cosas ridículas. No tener miedo.
Sólo tenía miedo del tiempo que estuviera encerrada  después de un castigo, lo demás eran nimiedades.

No me importaba caminar sola a las tres de la mañana después de escaparme de alguna fiesta, sólo porque estaba aburrida, necesitaba adrenalina, necesito adrenalina.

Necesito respirar, despertar, revivir.
Tengo que encontrar la manera de convertir en alas éstas ruedas, tengo que dejar de regalarle al hastío mis días.


martes, 17 de abril de 2012

Condena

Te condeno a buscar, errático, mis ojos en otros rostros.
Te condeno a vivirme en tus recónditos rincones, en esos donde sólo cabes tú.
Te condeno a comparar mis besos en otros labios.
Te condeno a extrañarme, a necesitarme algún día, a saberte mío.

Te condeno a repetirme.

sábado, 7 de abril de 2012

Algún día

Quizá algún día entiendas que éste cuerpo inútil es tuyo; tal vez no sirva de mucho, pero te pertenece.

Que mi voz sólo habla por ti, quizá nunca la escuches, pero gritaría si tú así lo quisieras.

Algún día entenderás que mis ojos serán ciegos, hasta el día en que te vean; mi piel insensible hasta el día en que me toques.

Que mi memoria guardará tan sólo tu recuerdo.

Que mi corazón sólo sabrá amarte a ti.

miércoles, 4 de abril de 2012

Incendios

El siguiente, es un cuento, mejor dicho un sueño que tuve hace más de diez años.  Antes solía tener sueños muy extraños, los cuales  , acostumbraba escribir al día siguiente para convertirlos en cuentos. De ahí surgió una pequeña compilación llamada: "Cuentos para no dormir", debido a que éstos sueños involucraban demonios, sufrimiento, guerra y muchas cosas que normalmente perturbaban mis horas de sueño. 
La mayor parte de las veces, no entendía por qué había soñado lo que había soñado. Quise alguna vez entregarle ésta compilación a alguien que le pudiera dar un significado, una interpretación, pero perdí todos mis cuentos, todos mis sueños con el paso de los años. 
Hoy, encontré un cuaderno viejo, donde tenía el borrador original de "Incendios". Un sueño triste, que hoy, después de tantos años, al fin logré descifrar.

Incendios


Nos reunimos después de aquella guerra a la que por suerte sobrevivimos los tres; como siempre juntos: Luis, Beatriz y yo. Solo que ahora no sabíamos hacia dónde ir.
No supe bien lo que queríamos o a dónde nos habíamos de dirigir; tan sólo sabíamos que teníamos que buscar algo.

Íbamos sobre una desolada calle, llena de casas y construcciones relativamente nuevas, pero un tanto destruídas, olvidadas. Caminamos hacía un edificio en el que todo debía comenzar.
Subimos por una larga escalinata hacia la azotea, buscamos desesperados debajo de lavaderos polvosos y grises. Había cajas apiladas que movimos y abrimos cada una para ver su contenido. Era inútil. Ahí no estaba lo que buscábamos.  Así que decidimos separarnos para que así fuera más efectiva la búsqueda.

Cada uno tomó su camino en direcciones opuestas, yo me dirigí hacia unos cuartos oscuros, con la esperanza de encontrar algo, pero antes de que pudiera comenzar, escuché la voz de una mujer que justamente estaba hablando mal de mí.
Tenía una voz extraña y chillona, lo que me obligó a ver su cara: la voz correspondía a una mujer obesa de rasgos toscos y desagradables, que estaba vestida de enfermera.
Hablaba con otras dos enfermeras delgadas a las que no les pude ver la cara porque me estaban dando la espalda. La mujer obesa les decía que yo era una estúpida y que nunca lograría encontrar lo que buscaba.

Ya no quise prestarle atención, tan sólo sabía que tenía que encontrar algo rápidamente, no sabía qué, pero sabía que no había tiempo; así que preferí ignorarla y continuar.

Recorrí algunos de aquellos cuartos grises, pero todos estaban vacíos; a los pocos pasos me topé de frente con una enfermera muy atractiva que me tomó de la mano y me condujo al que ella aseguraba, iba a ser mi cuarto.
Llegamos a una pequeña habitación donde había tan sólo dos camas, una estaba ya ocupada por una mujer recostada a la que nunca le vi la cara y la otra estaba destinada para mí.

-Ponte tu bata y recuéstate, te voy a tomar la presión- me dijo.

En ese momento entraron otras dos enfermeras; una de ellas, se quedó atendiendo a la paciente de al lado y la otra cerró la cortina que dividía una cama de la otra, al tiempo que me decía que iba a tomar mi temperatura. Yo sólo pensaba que las dos eran muy amables, no como las otras tres que hablaban a mis espaldas en la azotea. En eso estaba yo, cuando una de ellas comenzó a acariciar mi cuerpo, mientras la otra me besaba con una avidez inexplicable, como si en mis labios estuviera el elixir de la vida.
Yo sabía que no había tiempo qué perder, sin embargo ya no era dueña de mis actos, estaba a merced de la voluntad de aquellas dos hermosas mujeres que seguían tocando y recorriendo mi cuerpo con sus lenguas.
Me sentía completamente extasiada, no podía más, la pasión brotaba por mis poros; gritaba y jadeaba. De pronto, sentí un líquido caliente salir de dentro de mí, el cual ellas bebían, luego se besaban.

Terminamos exhaustas las tres, ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado, ni siquiera recordé que había otra mujer en la cama de al lado. No me importó. Sólo me importó sacar a flote mis pasiones, apagar mi incendio interno.

-Tienes que irte- dijo suavemente una de ellas.
-Si, tu temperatura y tu presión están ideales- agregó la otra sarcásticamente, al tiempo que se acercó a mí y me dijo al oído: "quisiera que en mis besos pudieras encontrar lo que tanto buscas".
Acercó su boca a mis labios aún temblorosos y me besó por última vez.
-Se te hace tarde, por favor vete- dijo sin titubeos.

Me vestí y me marché de ahí.

Al salir, me di cuenta de que ya no estaba en el edificio, me encontraba ahora a las orillas de lo que en otro tiempo había sido un riachuelo, que ahora era un sucio canal de aguas negras con pastizales secos en los bordes. Seguí caminando y al poco rato encontré a Luis y a Beatriz muy agitados. Ella me dijo que habían fracasado en su búsqueda y preguntó si yo había tenido suerte. A lo que respondí apenadamente que no, sintiendo una vergüenza y una culpa enormes por haber ocupado mi tiempo en otras cosas.

Justo estaba pensando en qué sería lo que teníamos que encontrar, cuando Luis dijo con voz entrecortada:
-Ya no importa, vámonos rápido porque tenemos que alcanzar el autobús-.
Caminábamos con prisa, yo noté que Luis sudaba demasiado, perdía las fuerzas, pero no dejaba de caminar.

Ellos se adelantaron unos pasos, mientras yo caminaba confundida detrás de ellos, cuando de repente vi en el suelo un frasco de forma piramidal que tenía en su interior, un líquido con unas hierbas muy extrañas. Lo levanté creyendo que eso era quizá lo que tanto buscábamos, pero al momento de tenerlo entre mis manos, tuve un fatal presentimiento: sino soltaba aquel frasco en ese mismo momento, me iba a estallar entre las manos. Lo lancé al canal y de inmediato se levantó una gran columna de fuego que comenzó a incendiar los matorrales. Luis se sobresaltó y sólo acertó a decir:
-¡Corre, corre lo más rápido que puedas y ayúdame!-

Él estaba a punto de desfallecer y mientras Beatriz peleaba para alcanzar el autobús, yo abracé a Luis y lo llevé a cuestas. Con mucho trabajo lo subimos al autobús y lo senté junto a mi.

Yo no había notado que Luis estaba muriendo, pero en ese momento comprendí que lo que buscábamos, era un poquito de vida para él. Me invadió la tristeza y lo abracé con la esperanza de que mis brazos le devolvieran el calor de su cuerpo, con la ilusión de encontrar eso que anhelaba.
Me miró a los ojos y sólo alcanzó a decir:
-Te prometo que algún día volveré para apagar juntos los incendios*-
Cerró los ojos y murió entre mis brazos.

Ahora comprendo que el único incendio que apagamos, fue el que ardía en el interior de su alma.

(*Apagar los incendios: era una especie de broma, entre Luis y yo, sobre los incendios forestales)




Luis, es mi hermano. Al que más quiero. Él era una persona muy activa, le gustaba la música, bailar. Por un tiempo, él y Beatriz fueron mis mejores amigos, no salía más que con ellos. Pero un día el destino le cambió la jugada a Luis y lo mandó lejos de mi, con una pena y una tristeza embargándole el alma, mismas, que no conocimos hasta muchos años después. Con una enfermedad que lo consumía, pero que decidíó callar, por pena, por miedo. 


Éste cuento lo escribí, mejor dicho, éste sueño, lo tuve mucho antes de conocer esa pena de su corazón. 
Hoy que encontré el cuaderno, entendí que quizá él me contó toda su verdad en éste sueño. Hoy comprendo que tuve esa visión, sobre su homosexualidad, sobre el SIDA que lo atacó, sobre el desahucio que le dieron los doctores. 


Me enteré de su enfermedad en el año 2004, dos años después de haber escrito éste sueño, al que por cierto dejé olvidado no sólo en el cuaderno, sino en mi mente. Cuando lo supe, él ya estaba desahuciado, Como pude conseguí dinero para ir a despedirme de él a Tijuana. Cuando llegué el panorama fue desolador: el hombre lleno de alegría y música, se había convertido en un esqueleto casi sin vida que no me reconocía. No me importó, tomé su mano y le dije que lo amaba. Le leí una carta que le había escrito. Lo fui a ver dos días más y tuve que regresar. 


Lo desahuciaron otras dos veces más, los doctores decían que ya sólo quedaba esperar. Eran días a la espera de un final o de un milagro. Un milagro que sigue vivo. Al que contra todo pronóstico médico, logró aferrarse a ésta vida. Al que veo sonreir cuando ve a mis hijos. Al que le llamo de vez en cuando para contarle chistes que lo hacen tan feliz, aunque los olvide a los diez minutos, porque su vida, su memoria y su salud, jamás van a ser lo de antes, pero no importa, yo tengo a mi milagro vivo.




sábado, 31 de marzo de 2012

Para llenar mis vacíos

Hay en mi vida un lugar vacante, 
hay un espacio donde caben los días.

Tengo sitio para bienvenir, 
tengo un lugar por ocupar.

Hay aquí entre éstas cuatro paredes, 
espacio dónde acomodar interminables pláticas.

Poseo en estos ansiosos labios,
una bodega para besos.

Tengo en ésta ávida piel, 
la temperatura para unas manos.

Sobra aquí en esta cama, 
un área ni muy grande, ni muy pequeña.

Llevo a diario en mis ojos,
un espejo para miradas.

Guardo entre mis brazos, 
un espacio donde cabe la eternidad.

Atesoro en mis oídos, 
un cofre para acordes de guitarra.

Pero traigo aquí entre mis anhelos, 
las ganas de que sólo tú llenes mis vacíos.






viernes, 30 de marzo de 2012

Vehemencia

Que no le falten tus manos a ésta piel, urgente de ti.
Que no basten tus besos para calentar mis labios.
Regálale a cada espacio recóndito de mi cuerpo una caricia diaria.
Provoca cada uno de mis sentidos, despiértame.
Ahoga mi pasión bajo suave satín.
Que el deseo de mis manos rasgue tu espalda.
Que la sangre encuentre el punto de ebullición para que la física haga lo suyo y pueda llover mi sexo.
Y que entre gemidos y gritos, pueda yo reconocer tu voz.
Acorrálame, embísteme, violéntame.

Todo esto para que me llames tuya, para que tu nombre viva en mi piel.



jueves, 29 de marzo de 2012

Búsqueda

Busco a cualquier persona que no tenga tus facciones, que no lleve tu mirada, que no posea el timbre de tu voz.  Busco a cualquiera que ni siquiera guarde tus mismas aficiones.

Busco a cualquiera que no me conduzca a ti.

Busco a alguien para olvidarte, para probarme que en otros labios no te necesito.

Busco quien se ocupe de ese terreno que dejaste abandonado en mí, busco quien habite esa casa, quien comparta la cama; busco amaneceres en otros brazos.

Busco éxtasis en otros cuerpos y besos que no me sepan a la miel de tu boca.

Busco a alguien que no ostente tu recuerdo.

Busco, deseando no encontrar.